VERSIÓN INTEGRAL DE LAS RESPUESTAS DEL PAPA A PERIODISTAS RUMBO AL REINO UNIDO
Transcripción de la rueda de prensa
EDIMBURGO, jueves 16 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos la transcripción literal de la rueda de prensa que Benedicto XVI ofreció este jueves en el avión que le llevaba al Reino Unido en presencia setenta periodistas.
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--Padre Federico Lombardi: Santidad, bienvenido entre nosotros y gracias por su disponibilidad. Tenemos un grupo de setenta periodistas aquí presentes de diferentes partes del mundo, y naturalmente algunos han venido desde el Reino Unido para unirse ya desde el vuelo a nuestro grupo. Como de costumbre, los colegas en los días pasados han ofrecido varias preguntas que le presentamos para esta primera conversación al inicio de un viaje muy esperado y empeñativo, que esperamos sea maravilloso. He escogido unas pregunta entre las que se han propuesto. Las presento en italiano para no consarle demasiado. Los colegas se ayudarán mutuamente si no comprenden bien el italiano.
Primera pregunta. Durante la preparación de este viaje se han dado discusiones y posiciones contrarias. En la tradición del país se han dado fuertes posiciones anticatólicas. Durante la preparación del viaje, Gran Bretaña ha sido presentada como un país anticatólico. ¿Está usted preocupado por la manera en que será acogido?
--Benedicto XVI: Ante todo buen día y buen vuelo a todos. Tengo que decir que no estoy preocupado, pues cuando estuve en Francia se había dicho: "este es el país más anticlerical, con fuertes corrientes anticlericales y con poquísimos fieles". Cuando fui a la República Checa, se dijo: "este es el país más antirreligioso de Europa y el más anticlerical, también". De este modo, todos los países occidentales, cada uno según su modo específico, según la propia historia, tienen fuertes corrientes anticlericales y anticatólicas, pero tienen también siempre una fuerte presencia de fe. En Francia y en la República Checa vi y viví una calurosa acogida por parte de la comunidad católica, una fuerte atención por parte de agnósticos, que sin embargo están en búsqueda, que quieren conocer y encontrar los valores que permiten avanzar a la humanidad y estuvieron muy atentos por si podrían escuchar de mí algo en este sentido, y la tolerancia y el respeto de cuantos son anticatólicos. Gran Bretaña tiene su propia historia de anticatolicismo. Esto es evidente. Pero es también un país con una gran tolerancia. Estoy seguro de que, por una parte, habrá una acogida positiva de los católicos y de los creyentes, y que habrá atención de cuantos buscan cómo ir adelante en este tiempo nuestro, así como respeto y tolerancia recíproca donde hay anticatolicismo. Voy adelante con gran valentía y con alegría.
--Padre Federico Lombardi: El Reino Unido, al igual que muchos países occidentales, es considerado como un país secularizado, con un fuerte movimiento de ateísmo que tiene incluso motivaciones culturales. Sin embargo, se dan también signos de fe religiosa, en particular la fe en Jesucristo sigue siendo viva a nivel personal. ¿Qué significa esto para católicos y anglicanos? ¿Es posible hacer algo para que la Iglesia sea una institución más creíble y atractiva para todos?
--Benedicto XVI: Diría que una Iglesia que busca sobre todo ser atractiva, estaría ya en un camino equivocado. Porque la Iglesia no trabaja para sí, no trabaja para aumentar los propios números, el propio poder. La Iglesia está al servicio de Otro, no está al propio servicio, no está para ser un cuerpo fuerte, sino para hacer accesible el anuncio de Jesucristo, las grandes verdades, las grandes fuerzas de amor y de reconciliación, que han aparecido en esta figura y que vienen siempre de la presencia de Jesucristo. En este sentido, la Iglesia no busca ser atractiva, sino que debe ser trasparente para que aparezca Jesucristo. Y en la medida en que no está para sí misma, como cuerpo fuerte y poderoso en el mundo, sino que se hace sencillamente voz de Otro, se convierte realmente en transparencia de la gran figura de Cristo y de las grandes verdades que ha traído a la humanidad, de la fuerza del amor. Si es así, es escuchada y aceptada. La Iglesia no debería considerarse a sí misma sino ayudar a considerar a Otro, y ella misma debe ver y hablar de Otro y por Otro. En este sentido, me parece también que anglicanos y católicos tienen el mismo deber, la misma dirección que tomar. Si los anglicanos y los católicos hacen ver que no se sirven a sí mismos sino que son instrumentos de Cristo, amigos del Esposo como dice san Juan, si ambos siguen la prioridad de Cristo y no de sí mismos, entonces avanzan juntos. Porque entonces la prioridad de Cristo los une y dejan de ser competidores, cada uno buscando el número, sino que están unidos en el compromiso por la verdad de Cristo, que entra en este mundo, y de este modo se encuentran también recíprocamente en un verdadero y fecundo ecumenismo.
-Gracias, Santidad, tercera pregunta: Como es sabido, se ha visto, también por recientes sondeos, que el escándalo de los abusos sexuales ha sacudido la confianza de los fieles en la Iglesia. ¿Cómo piensa contribuir al restablecimiento de esta confianza?
--Benedicto XVI: En primer lugar, tengo que decir que estas revelaciones han sido para mí unshock, son una gran tristeza. Es difícil entender cómo fue posible esta perversión del ministerio sacerdotal. El sacerdote, en el momento de la ordenación, preparado por años para este momento, dice "sí" a Cristo para hacerse su voz, su boca, su mano, y servir con toda la existencia para que el buen Pastor, que ama, que ayuda y que guía a la verdad, esté presente en el mundo. Es difícil comprender cómo un hombre que ha hecho y dicho esto puede luego caer en esta perversión. Es una gran tristeza, una tristeza también que la autoridad de la Iglesia no fuera suficientemente vigilante y suficientemente veloz y decidida para tomar las medidas necesarias. Por todo esto, estamos en un momento de penitencia, de humildad, de renovada sinceridad, como escribí a los obispos irlandeses. Me parece que ahora debemos vivir precisamente un tiempo de penitencia, un tiempo de humildad, y renovar y aprender nuevamente la sinceridad absoluta.
En cuanto a las víctimas, diría que hay tres cosas importantes. El primer interés son las víctimas. ¿Cómo podemos reparar? ¿Qué podemos hacer para ayudar a estas personas a superar este trauma, a reencontrar la vida, a reencontrar también la confianza en el mensaje de Cristo? Atención, compromiso con las víctimas, es la primera prioridad, con ayudas materiales, psicológicas y espirituales.
Lo segundo es el problema de las personas culpables: la justa pena, excluirlos de toda posibilidad de contacto con los jóvenes, porque sabemos que ésta es una enfermedad, que la libre voluntad no funciona donde está esta enfermedad y, por lo tanto, debemos proteger a estas personas de sí mismas y encontrar la manera de ayudarlas y excluirlas de todo acceso a los jóvenes.
Y el tercer punto es la prevención y la educación en la elección de los candidatos al sacerdocio. Estar atentos para que, según las posibilidades humanas, se excluyan futuros casos. Quisiera en este momento también agradecer al episcopado británico por su atención y por su colaboración tanto con la Sede de Pedro como con las instancias públicas y la atención por las víctimas y por el derecho. Me parece que el episcopado británico ha hecho y hace un gran trabajo. Por tanto, estoy muy agradecido.
--Padre Federico Lombardi: Santidad, la figura del cardenal Newman es evidentemente muy significativa para usted. En el caso del cardenal Newman usted hace la excepción de presidir su beatificación. ¿Piensa que su recuerdo puede ayudar a superar las divisiones entre anglicanos y católicos? ¿Cuáles son los aspectos de su personalidad que piensa subrayar de manera más clara?
--Benedicto XVI: El cardenal Newman es sobre todo, por una parte, un hombre moderno, que vivió todo el problema de la modernidad, que vivió también el problema del agnosticismo, de la imposibilidad de conocer a Dios, de creer. Un hombre que estuvo durante toda su vida en camino, en camino para dejarse transformar por la verdad en una búsqueda de gran sinceridad y de gran disponibilidad, para conocer, encontrar y aceptar el camino para la verdadera vida. Esta modernidad interior de su vida implica la modernidad de su fe. No es una fe en fórmulas de un tiempo pasado sino una fe personalísima, vivida, sufrida, encontrada en un largo camino de renovación y de conversiones. Es un hombre de gran cultura que, por una parte, participa en nuestra cultura escéptica de hoy, en la cuestión de si podemos comprender algo de manera cierta sobre la verdad del hombre y de cómo podemos llegar a la convergencia de las verosimilitudes. Un hombre que, con una gran cultura de conocimiento de los padres de la Iglesia, ha estudiado y renovado la génesis y el don de la fe, reconocida así la figura esencialmente interior. Es un hombre de una gran espiritualidad, de un gran humanismo, un hombre de oración, de una relación profunda con Dios y, por eso, de una relación profunda también con los hombres de su tiempo.
Señalaría, por lo tanto, tres elementos en él: modernidad de su existencia, con todas las dudas y los problemas de nuestro ser de hoy; una gran cultura, conocimiento de los grandes tesoros de la cultura de la humanidad, disponibilidad de búsqueda permanente, de renovación permanente; y espiritualidad, vida espiritual con Dios. Estos elementos dan a este hombre una grandeza excepcional para nuestro tiempo y por eso es una figura de doctor de la Iglesia para nosotros y para todos, y también un puente entre anglicanos y católicos.
--Padre Federico Lombardi: Última pregunta. Esta vista es una visita de Estado. Así ha sido calificada. ¿Qué significa esto para las relaciones entre la Santa Sede y el Reino Unido. ¿Hay puntos importantes de sintonía, sobre todo si se presta atención a los grandes desafíos del mundo actual?
--Benedetto XVI: Estoy muy agradecido a Su Majestad la Reina Isabel II, que ha querido dar a esta visita el rango de visita de Estado, para expresar el carácter público de esta visita y también la responsabilidad común de la política y de la religión ante el futuro del continente y el futuro de la humanidad. Muestra la gran responsabilidad común para que los valores que crean justicia y política y que proceden de la religión estén juntos en camino en nuestro tiempo. Naturalmente, el hecho de que jurídicamente es una visita de Estado no hace que mi visita sea un hecho político, porque si el Papa es jefe de Estado esto es sólo un instrumento para garantizar la independencia de su anuncio y el carácter público de su labor de pastor. En este sentido, la visita de Estado mantiene sustancial y esencialmente el carácter de visita pastoral, es decir, una visita en la responsabilidad de la fe por la que existe el Sumo Pontífice, el Papa. Y este carácter de visita de Estado pone en el centro de la atención precisamente las coincidencias entre los intereses de la política y de la religión. La política sustancialmente busca garantizar justicia, y con la justicia la libertad. Pero la justicia es un valor moral, un valor religioso, y así la fe, el anuncio del Evangelio, entra en relación con la política en el punto de la justicia. De aquí nacen los intereses comunes. Gran Bretaña tiene un gran experiencia y una gran actividad en la lucha contra los males de este tiempo, la miseria, la pobreza, las enfermedades, la droga, y todos estas luchas contra la miseria, la pobreza, las esclavitudes del hombre, son también fines de la fe porque son fines de la humanización del hombre para que se restituya la imagen de Dios contra las destrucciones y las devastaciones. El segundo deber común es el compromiso por la paz en el mundo y la capacidad de vivir la paz, la educación en la paz, crear las virtudes que hacen al hombre capaz de paz. Y finalmente, el elemento esencial de la paz es el diálogo de las religiones, la tolerancia, la apertura del hombre al otro. Y esto es un objetivo profundo tanto de Gran Bretaña, en cuanto sociedad, como de la fe católica: abrir el corazón, abrir al diálogo, abrir a la verdad, al camino común de la humanidad y reencontrar los valores que fundamentan nuestro humanismo.