Elena Navarro10/09/2010
"Dado que existe una ley como la de la gravedad, el Universo pudo crearse a sí mismo -y de hecho lo hizo- de la nada. La creación espontánea es la razón de que exista algo, de que exista el Universo, de que nosotros existamos... no es necesario invocar a Dios". Estas afirmaciones recogidas en el todavía inédito libro de divulgación científica de Stephen Hawking The Grand Design han provocado reacciones de aprobación como la del biólogo Richard Dawkins, quien, felicitándose de la conclusión de Hawking, ha declarado: "Es exactamente lo que afirmamos nosotros. No conozco los detalles de la física, pero es lo que he sospechado siempre".
A diferencia de Dawkins, como física espero tener en mis manos el libro para buscar "los detalles de la física", las evidencias científicas en las que tales afirmaciones se apoyan, los pasos que le han llevado a pensar que estamos cerca de conseguir la tan esperada Teoría del Todo, el marco único capaz de explicar todas las propiedades de la naturaleza. Resulta significativo que Hawking difunda sus conclusiones sobre Dios a través de un libro divulgativo, soporte que le permite una gran arbitrariedad, y no mediante el cauce habitual de la investigación, la publicación en revistas científicas sujetas a estrictos procesos de revisión.
Hasta el momento, y con la información publicada por la prensa, parece más bien un nuevo caso de divulgación científica oportunista en la que se vuelven a cometer los errores del caso Galileo: esta vez es la ciencia la que se extralimita al querer aplicar su método de trabajo a objetos que escapan de su ámbito, cuando en realidad cada objeto, según su naturaleza, dicta su propio método de conocimiento.
El problema de la existencia de Dios es sin lugar a dudas la cuestión más recurrentemente planteada por los hombres de todas las épocas y condiciones. Como decía Luigi Giussani, "hay muchos científicos que, al profundizar en su propia experiencia como científicos, han descubierto a Dios; y también muchos científicos que han creído poder eludir o eliminar a Dios con su experiencia científica. Hay muchos literatos que, mediante una percepción profunda de la existencia del hombre, han descubierto a Dios; y también muchos literatos que, por su atención a la experiencia humana, han eludido o eliminado a Dios. Hay muchos filósofos que han llegado a Dios a través de su reflexión; y muchos otros filósofos que a través de su reflexión han excluido a Dios. Esto quiere decir, entonces, que reconocer a Dios no es un problema de ciencia, ni de sensibilidad estética, ni siquiera de filosofía en cuanto tal. Es un problema de libertad".
La experiencia me lleva a pensar que la distancia infinita que separa los datos, fenómenos o evidencias que intentamos entender de la certeza sobre la existencia o la no existencia de Dios no se puede eliminar con teorías científicas a través de las cuales todos lleguemos a la misma conclusión. Para satisfacción de aquellos que valoran su libertad por encima de todo, y para decepción de ultradarvinistas y cientificistas -que, como en el caso de Hawking, se extralimitan en sus afirmaciones- y de creacionistas y creyentes ideologizados, la certeza sobre una conclusión o la contraria es consecuencia de una opción libre y personal, que cada hombre toma por entender que es la más razonable a partir de su experiencia humana.
Hawking ha subrayado el triunfo que supone que los seres humanos, que en cierto sentido somos tan sólo conjuntos de partículas fundamentales de la naturaleza, seamos capaces de comprender las leyes que gobiernan y rigen el universo. La grandeza humana intuida por el científico inglés no puede existir sin esta libertad.