por Sandro Magister
ROMA, 19 de octubre de 2010 – El sínodo especial para Medio Oriente que se está celebrando desde hace diez días en el Vaticano arroja luz sobre una parte del cristianismo en dramático movimiento, en varias direcciones y con la perspectiva de un futuro incierto.
El éxodo de los cristianos de esas tierras es una parte importante de este movimiento, pero no es un fenómeno nuevo. En la primera mitad del siglo XX, el exterminio y la cacería de los armenios, y luego de los griegos, por parte de Turquía, fueron de colosales proporciones. Hoy, el éxodo sigue en varios lugares y en diversa medida. Es un hecho que frente a los doce millones de fieles de las antiguas Iglesias de Oriente que hoy viven entre Egipto e Irán, cerca de siete millones viven ya ahora fuera.
Los armenios son desde hace muchas décadas más numerosos en la diáspora que en su tierra de origen. Los maronitas libaneses tienen diócesis de sus emigrados en Estados Unidos, en Canadá, México, Brasil, Argentina y Australia. Los siro-ortodoxos tienen una eparquía en Suecia. Los iraquíes han creado una "Ciudad de los Caldeos" en el área metropolitana de Detroit. Los cristianos de Belén emigran en gran parte hacia Chile.
Pero contemporáneamente hay en Medio Oriente también un movimiento inverso. Sólo en la península arábiga – según cuanto han dicho en el sínodo los dos vicarios apostólicos de la región, Paul Hinder y Camillo Ballin – los católicos llegados del exterior en busca de trabajo son ya tres millones, en su mayor parte de Filipinas y de India.
Los países árabes del Golfo "tienen gran necesidad de mano de obra", ha explicado Bosco Puthur, el obispo indio del rito siro-malabar, de cuya región han partido casi 430 mil. Pero la aventura de estos emigrantes es muy amarga, en el plano de la libertad religiosa y civil. El arzobispo de Addis Abeba, Berhaneyesus Demerew Souraphiel, ha dicho que las miles de mujeres que parten cada año de Etiopía hacia Medio Oriente, como trabajadores domésticas, para obtener la visa de ingreso "cambian sus nombres cristianos a nombres musulmanes y se visten como musulmanas, forzadas indirectamente de este modo a renegar de sus raíces", y en todo caso van al encuentro de una vida de "explotación y abusos".
Al describir las condiciones en las que viven los cristianos en los países musulmanes de Medio Oriente, los obispos han utilizado palabras comprensiblemente prudentes, con pocas excepciones.
Uno de los más crudos ha sido el representante en Jordania del patriarcado de los caldeos iraqueses. Ha dicho que hay "una deliberada campaña para atrapar a los cristianos. Hay planes satánicos de los grupos fundamentalistas extremistas contra los cristianos, no sólo en Irak sino en todo Medio Oriente".
El iraní Thomas Meram, arzobispo de Urmya de los Caldeos, no ha dudado en citar el salmo de David: "Por ti somos masacrados cada día". Y siguió diciendo: "Cada día los cristianos escuchan que se dice de ellos, por los altoparlantes, por la televisión, por los diarios, que son infieles y que por eso son tratados como ciudadanos de segunda categoría".
Es todo lo contrario de cuanto ha aseverado en el aula sinodal ese mismo día, el jueves 14 de octubre, el ayatolah iraní Seyed Mostafa Mohaghegh Ahmadabadi, huésped del sínodo, según el cual "en muchos países islámicos, sobre todo en Irán, los cristianos viven en todas partes en paz con sus hermanos musulmanes. Gozan de todos los derechos legales como cualquier otro ciudadano y ejercen libremente las propias prácticas religiosas".
Pero el sínodo es más que un simple reconocimiento del estado de vida de los cristianos en Medio Oriente.
Del debate han emergido juicios críticos sobre la Iglesia Católica en esos países y propuestas de cambio.
CRISTIANOS DIVIDIDOS
Un primer juicio se refiere a la desunión de la Iglesia Católica en Medio Oriente.
Las cinco grandes tradiciones a las que ella remite – alejandrina, antioquena, armenia, caldea y bizantina – y los todavía más numerosos ritos en los que se articula producen muchas veces divisiones, incomprensiones y clausuras, más que enriquecimiento recíproco.
"Una Iglesia étnica y nacionalista se opone a la obra del Espíritu Santo", ha advertido Ramzi Garmou, el arzobispo iraní de Teherán de los caldeos.
Y tenía sus motivos. El obispo egipcio de Asyut de los coptos, Kyrillos William, se lanzó en el aula contra los hermanos de rito latino, porque al celebrar también ellos en árabe sus liturgias, "atraen a nuestros fieles y los distancian de nuestra Iglesia".
También el obispo de los greco-melquitas de Australia, Issam John Darwich, lamentó la "creciente intolerancia entre las Iglesias Católicas Orientales". Presentó como ejemplo "la triste situación del Líbano, donde cada Iglesia parece estar interesada en obtener beneficios políticos para sí misma, más que las otras Iglesias".
En efecto, El Líbano es un país en el que los cristianos gozan de mayor libertad que en otros países de Medio Oriente, pero es también el que es descrito de la siguiente manera en el sínodo, por un obispo greco-melquita, Georges Nicolas Haddad:
"La libertad religiosa y de conciencia sigue siendo prerrogativa de las 18 comunidades históricamente reconocidas (12 cristianas, 4 musulmanas, una drusa y una judía). Cualquier persona que no forma parte de ellas está excluida de todo derecho para ejercer sus libertades. Cada intento caracterizado como proselitismo de parte de una o de otra comunidad puede provocar reacciones extremas y a veces violentas. Toda conversión es percibida como un golpe profundo infligido a la comunidad de origen del convertido y constituye una ruptura social".
Muhammad Al-Sammak, consejero del Gran Mufti del Libano, y otras personalidades musulmanas invitadas a hablar en el sínodo no ha dicho nada muy diferente, en cuanto ha declarado - en el aula – que "la presencia cristiana en Oriente es una necesidad tanto cristiana como islámica" y – fuera del aula sinodal, en una conferencia de prensa – que "el creer es materia de conciencia, pero cuando cambiar de religión es también cambiar de 'parte' se convierte en un acto de traición al Estado y así debe ser tratado".
En este contexto, se han levantado numerosas voces en el sínodo para recomendar más unidad entre las Iglesias Católicas de la región, y entre éstas y las Iglesias Ortodoxas y las confesiones protestantes.
En particular, se propuso acordar en forma lo más rápida posible una fecha común para la celebración de la Pascua.
Algunos han exhortado al diálogo con los musulmanes "iluminados", dispuestos a una "lectura crítica del Corán" y a una "interpretación de las leyes musulmanas en su contexto histórico".
MÁS PODERES A LOS PATRIARCAS
Una segunda serie de propuestas ha considerado la atención pastoral de los fieles de las Iglesias Católicas de Medio Oriente emigrados al exterior, el rol de los patriarcas y su relación con la sede de Roma.
Por norma, los patriarcas y los obispos tienen jurisdicción sobre los respectivos territorios, no sobre los fieles emigrados a países lejanos. Pero en algunos casos éstos últimos son ahora más numerosos que los fieles que permanecen en su patria. Y si se los deja sin atención pastoral, tienden a abandonar las tradiciones de sus Iglesias de origen. Varias voces en el sínodo han pedido entonces dar autoridad a los patriarcas y a los obispos sobre la grey entera de sus fieles, allí donde estén, en la patria o en el extranjero.
Junto con este pedido, algunos han reivindicado también la libertad de enviar sacerdotes casados para la atención pastoral de los fieles orientales en la diáspora. En efecto, en Occidente, donde el clero es célibe, no se permite la presencia con cargas pastorales de sacerdotes orientales casados. Pero al aumentar el número de los emigrados y al estar casado en su casi totalidad el bajo clero de las Iglesias Orientales, es siempre más difícil para los patriarcas y los obispos orientales encontrar sacerdotes célibes para enviar al extranjero para la atención pastoral de sus fieles. De allí el pedido de hacer caer la prohibición.
En cuanto al rol de los patriarcas, ha aflorado muchas veces en el sínodo el pedido de "restituir" a ellos la autoridad que tenían en los primeros siglos de la Iglesia en relación al Papa, especialmente dándoles más autonomía para nombrar a los obispos del lugar, y asociándolos también "ipso facto" al colegio que elige al sumo pontífice, "sin la necesidad de recibir el titulo latino de cardinales". En síntesis, asignando al Papa "una nueva forma de ejercicio del primado, inspirada en las formas eclesiales del primer milenio", con el rol del los patriarcas reforzado. Todo esto también con la finalidad de aproximar las posiciones de la Iglesia Católica a las de la Iglesias Ortodoxas de Oriente.
EN MISIÓN ENTRE LOS MUSULMANES
Un tercer bloque de propuestas ha remitido a la "necesidad de recuperar el aspecto misionero de la Iglesia". Una propuesta nueva y valiente en países en los que dominan los musulmanes, por parte de Iglesias que por razones históricas y por motivos de supervivencia en gran parte se han encerrado en sí mismas.
El obispo egipcio de Luxor de los coptos, Youhannes Zakaria, ha dicho que no obstante las dificultades y los peligros, "nuestra Iglesia no debe tener ni miedo ni vergüenza, y no debe dudar en obedecer al mandato del Señor, quien le pide que continúe predicando el Evangelio".
Y el arzobispo iraní de Teherán de los caldeos, Ramzi Garmou, ha ido todavía más al fondo de esta exigencia. Luego de haber dicho que "un nuevo soplo misionero" es vital "para hacer caer las barreras étnicas y nacionalistas que corren el riesgo de asfixiar y hacer estéril a las Iglesias de Oriente", ha recordado "la importancia fundamental de la vida monástica para la renovación y el despertar de nuestras Iglesias".
Y continuó de este modo:
"Esta forma de vida, que vio la luz en oriente, fue el origen de una expansión misionera extraordinaria y de un testimonio admirable de nuestras iglesias en los primeros siglos. La historia nos enseña que los obispos eran elegidos entre los monjes, es decir, hombres de oración y de una profunda vida espiritual, con una gran experiencia en las 'cosas de Dios'. Hoy en día, desafortunadamente, la elección de los obispos no sigue los mismos criterios y constatamos que los resultados no siempre son felices, desafortunadamente. La experiencia de dos milenios de la iglesia nos confirma que la oración es el alma de la misión, es gracias a ella que todas las actividades de la iglesia son fecundas y dan muchos frutos. Además todos aquellos que participaron a la reforma de la iglesia y que le dieron esa belleza inocente y esa juventud eterna son esencialmente hombres y mujeres de oración. No en vano nuestro Señor nos invita a orar sin cesar. Constatamos con tristeza y amargura que los monasterios de vida contemplativa, fuente de abundantes gracias para el pueblo de Dios, han prácticamente desaparecido de nuestras iglesias de oriente. Qué gran pérdida! Qué lástima!".
Es fácil reconocer en estas palabras el eco de la tesis del papa Joseph Ratzinger, según la cual el secreto del buen gobierno de la Iglesia – y de su reforma – es el "pensamiento iluminado por la oración".
¿ISRAEL UN "CUERPO EXTRAÑO"?
En un sínodo dedicado al Medio Oriente era de esperarse en definitiva una referencia importante a Israel y a los judíos.
Pero casi nadie ha hablado de ellos. El único padre sinodal que les ha dedicado una intervención completa fue, el 11 de octubre, el vicario patriarcal de Jerusalén para los católicos de lengua judía, el jesuita David Neuhaus, quien ha deseado más comunión, en Israel, entre los católicos de lengua árabe y los hebreófonos.
A éstos últimos, se sabe, muchos hermanos árabes los consideran un cuerpo extraño. Y la Santa Sede no los ayuda, renunciando a nombrar un obispo que se dedique a atenderlos pastoralmente.
El 13 de octubre tomó la palabra en el sínodo, en calidad de invitado, el rabino David Rosen, consejero del Gran Rabinato de Israel. Su intervención fue de un gran aliento, muy positiva y de mucho aprecio por la obra del actual Papa y de su predecesor.
Pero luego de él nadie, en el sínodo, ha tomado sus palabras de diálogo entre judíos y cristianos.
Al permanecer el aula en un silencio casi total respecto a este tema, ha tenido mayor resonancia un documento que se hizo circular fuera del aula sinodal, un documento titulado "Kairòs – Un momento de verdad" y desenfrenadamente anti-israelita en sus contenidos. En ese documento, la ocupación por parte de Israel de los territorios es definida como "un pecado contra Dios y la humanidad", y la misma fundación del Estado judío ha hecho remitir a un sentido de culpa por parte de Occidente, a causa del Holocausto, para sanar el cual se habría ocupado la tierra de los palestinos. El documento termina con la invitación a boicotear a Israel.
La génesis de "Kairòs" remite a varios meses atrás. Cuando se hizo público por primera vez, el 11 de diciembre de 2009 en Belén, el documento llevaba las firmas del patriarca emérito de Jerusalén de los latinos, Michel Sabbah, del arzobispo greco-ortodoxo Atallah Hanna (acérrimo rival del patriarca greco-ortodoxo de Jerusalén Teófilo III), del obispo luterano de Jerusalén, Munib Younan, y de otros trece exponentes árabe-cristianos.
Su más activo propagador fue el luterano Younan. Éste involucró con éxito al Consejo Ecuménico de las Iglesias, que reagrupa a 349 denominaciones cristianas de todo el mundo, con sede en Ginebra. Y de hecho, cuando el 15 de octubre se leyó en el sínodo un mensaje del secretario general del CEC, Olav Fykse Tveit, el documento "Kairòs" ya era citado y recomendado.
Pero Younan y los otros autores del documento hicieron presión, en los días posteriores a su publicación, también sobre todos los líderes de las Iglesias cristianas en Jerusalén, para obtener su apoyo.
Lo que obtuvieron, el 15 de diciembre de 2009, fue una declaración de pocas líneas, sin ninguna referencia explícita a "Kairòs", que comenzaba con estas palabras: "Nosotros, los patriarcas y jefes de las Iglesias cristianas de Jerusalén, hemos escuchado el grito de esperanza que nuestros hijos han lanzado en estos tiempos difíciles que estamos viviendo en Tierra Santa. Nosotros lo sostenemos".
Nada más. Pero de allí en adelante el documento "Kairòs" fue hecho circular siempre con esta declaración a la cabeza, como si fuese su prólogo, y con las firmas de todos los líderes de las Iglesias cristianas en Jerusalén, incluidos el patriarca latino Fouad Twal y el custodio de Tierra Santa, el franciscano Pierbattista Pizzaballa, come si ellos fuesen los verdaderos firmantes de todo el documento.
Para quien conoce y ha leído los escritos del padre Pizzaballa, su adhesión a las tesis de "Kairòs" y al boicot a Israel son simplemente impensables. Pero inclusive la Custodia de Tierra Santa, presidida por él, ha contribuido junto a otras asociaciones católicas, como Pax Christi, y al patriarca emérito de Jerusalén, Sabbah, a dar a publicidad el documento, el 19 de octubre, en un salón de propiedad del Vaticano, a pocos pasos del aula sinodal.
No sólo eso. El 14 de octubre intervino en el sínodo el arzobispo maronita Edmond Farhat, nuncio apostólico emérito, representante oficial de la política vaticana.
Los juicios expresados por él han confirmado que para la Santa Sede – que también acepta el objetivo de dos Estados para judíos y palestinos – continúa siendo válido el supuesto que la causa última de todos los males de Medio Oriente es precisamente ese "cuerpo extraño" que es Israel.
Ha dicho el nuncio Farhat:
"Hoy, la situación en Oriente Medio es como la de un órgano vivo que ha recibido un transplante que no logra asimilar, sin que haya especialistas que lo puedan curar. Como último recurso, el Oriente árabe musulmán ha dirigido sus ojos hacia la Iglesia, creyente, porque internamente cree que ella es capaz de obtener justicia. Pero ese no fue el caso. Está decepcionado y tiene miedo; su confianza se ha convertido en frustración y ha caído en una crisis profunda. El cuerpo extraño, no asimilado, lo carcome y le impide ocuparse de su estado general y de su desarrollo. Gran parte del Oriente Medio musulmán está en crisis. No puede hacerse justicia a sí mismo. No encuentra aliados ni en el plan humano, ni en el plan político, mucho menos en el plano científico. Se siente frustrado. Lucha. Su frustración ha tenido como consecuencia las revoluciones, el radicalismo, las guerras, el terror, el llamado (da’wat) a volver a las enseñanzas radicales (salafiyyah). El radicalismo, queriendo únicamente vengarse recurre a la violencia. Cree tener una mayor repercusión si ataca a los cuerpos constituidos, siendo la Iglesia el más frágil y accesible".
Si uno de los propósitos de las autoridades vaticanas era "moderar" la intransigente aversión a Israel por parte de las Iglesias árabes de Medio Oriente, las palabras del nuncio Farhat han hecho lo opuesto.
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