Por el padre John Flynn, L. C.
ROMA, domingo 24 de octubre de 2010 (ZENIT.org). – Estudios publicados recientemente sobre la vida familiar en Canadá y Estados Unidos detallan hasta qué punto están sometidas a tensiones las estructuras tradicionales de vida familiar.
En Ottawa, Canadá, el Vanier Institute of the Family publicaba el 4 de octubre Families Count: Profiling Canada’s Families IV. Se publicaba coincidiendo con la Semana Nacional de la Familia, celebrada en Canadá del 4 al 9 de octubre.
Los cambios en Canadá son parecidos a los de otros países occidentales. Las familias de hoy son pequeñas y los adultos esperan más para casarse, si al final lo hacen. Las parejas de hecho no son sólo una etapa preliminar antes del matrimonio, sino que, en número creciente, son una alternativa al matrimonio.
Comparados con sus padres y abuelos, los canadienses de hoy son más propensos a separarse o divorciarse, y las familias con dos sueldos han pasado, de ser una excepción, a convertirse en norma.
Las estimaciones del censo del 2006 muestran que aproximadamente el 85% de los canadienses (26,7 millones de personas) vivían en hogares con alguien con quien tenían alguna relación familiar. De este grupo, la gran mayoría (87%) vivían en “familias censales” (definidas como maridos y esposas o parejas de derecho común, con o sin hijos no casados, y familias mono parentales con hijos no casados). El 13% restante de quienes vivían en familia lo hacían con otros familiares o en hogares multifamiliares.
En cierto sentido, no es tan diferente de los datos del censo de 1901, que establecía que nueve de cada diez canadienses vivía en familia. Sin embargo, la definición de familia utilizada ha cambiado radicalmente hasta incluir a las parejas de hecho y a las parejas del mismo sexo, además de a los progenitores solos.
De este modo, mientras en el censo de 1981, el 55% de todas las familias eran familias de parejas casadas con hijos, esta proporción se deslizó por debajo del nivel de 50% en 1991 y cayó hasta el 38,7% de todas las familias en el 2006.
Otro 29,9% de todas las familias son familias casadas sin hijos viviendo en casa – un grupo que ha ido creciendo en tamaño conforme envejecía la población.
El crecimiento más rápido en las familias ha sido el de las parejas de hecho, desde el 5,6% de todas las familias en 1981 hasta el 15,5% en el 2006.
La proporción de familias mono parentales en el 2006 ha sido también más alta que en 1981: 15,9% de todas las familias censadas en el 2006 comparada con el 11%.
Menos bebés
Otro gran cambio se ha dado en el número de bebés que han nacido. En el 2008 nacieron en Canadá unos 360.000 niños. Aunque esta es la cifra más alta en una década, y unos 37.000 por encima de la más baja registrada en medio siglo, la del 2001, es una cuarta parte menos que las cifras máximas del baby boom en 1959 cuando los nacimientos alcanzaron los 479.000.
No sólo es un descenso de fertilidad, las mujeres además tienen sus hijos a mayor edad. En el 2007, la media de edad de las madres era de 29,3 años, con muchas mujeres que posponían los nacimientos hasta pasados los treinta. De hecho, en el 2006, la tasa de fertilidad de las mujeres de entre 30 y 34 años superaba a la de las mujeres entre 25 y 29.
El informe comentaba que, si se sigue la actual tendencia, la tasa de fertilidad de las mujeres de entre 35 y 39 años podría sobrepasar pronto a la de las mujeres de entre 20 y 24.
Se presenta la misma tendencia en cuanto a la edad en que se casa la gente. En el 2004, el típico novio que se casaba por primera vez tenía 30,5 años – un aumento de más de cinco años con respecto a 1970. De igual forma, ha aumentado la media de edad de las novias que se casan por primera vez, alcanzando los 28,5 años en el 2004, por encima de la edad más temprana de 22,6 años de los años sesenta.
Como resultado de la baja fertilidad, la inmigración es actualmente el principal factor tras el crecimiento de población en Canadá. De hecho, observaba el estudio, si sigue la tendencia actual el número de muertes en Canadá es probable que supere al de nacimientos para el año 2030. A partir de ese momento, la inmigración será la única fuente de crecimiento demográfico.
Desde principios de los noventa, cada año se han admitido en Canadá una media de 225.000 inmigrantes. Según el censo del 2006, uno de cada cinco (19,8%) residentes en Canadá había nacido fuera del país. Entre los principales países industriales, sólo Australia (con un 22%) tiene una proporción mayor de inmigrantes respecto a la población total.
Otra consecuencia del bajo número de nacimientos es el envejecimiento de la población. La media de edad actual es de 38,8 años y superará los 45 en menos de tres décadas.
Las últimas estimaciones indicaban que los niños de menos de 15 años son actualmente el 17% de la población, o cerca de la mitad de lo que fue el porcentaje máximo en tiempos del baby boom.
En contraste, el número de personas ancianas aumenta. Durante el periodo del baby boom, quienes tenían 65 años o más sumaban menos del 8% de toda la población. Este número ha subido ahora hasta más del 13% y alcanzará el 20% en dos décadas.
La disparidad en el matrimonio
Entretanto, el 7 de octubre, en Estados Unidos el Pew Research Center publicaba un estudio titulado: The Reversal of the College Marriage Gap.
Las últimas cifras revelan que en cuanto a los matrimonios ha habido un cambio en las pautas. Ahora es más probable que los adultos jóvenes con estudios universitarios estén casados, mientras que aquellos que carezcan de ellos.
En el 2008, el 62% con estudios universitarios con 30 años estaban casados o lo habían estado, comparados con el 60% de quienes con 30 años no los tenían.
Esto contrasta con la situación existente durante el siglo XX, cuando los adultos con formación universitaria de Estados Unidos era menos probable que estuvieran casados a los 30 años, comparados con quienes tenían menos estudios.
En 1990, por ejemplo, el 75% de todos aquellos que tenían 30 años que no tenían estudios universitarios estaban casados o lo habían estado, comparado con sólo el 69% de los que sí los tenían.
Lo que ha sucedido es que, aunque desde 1990 el índice de matrimonios entre adultos de entre 20 y 30 años tanto para unos como para otros se ha reducido drásticamente, el descenso ha sido menos acusado para los adultos jóvenes con formación universitaria.
El informe del Pew Research Center comentaba que entre las posibles explicaciones de este cambio podrían estar el menguado capital económico de los hombres jóvenes sin estudios universitarios y su creciente tendencia a vivir con su pareja sin casarse.
En cuanto al factor económico, de 1990 al 2008, los ingresos medios, ajustados a la inflación, de los hombres con estudios universitarios entre 25 y 34 años subieron un 5%. Sin embargo, aquellos que sólo tenían el bachillerato sufrieron un descenso del 12% en sus ingresos medios anuales.
Parejas de hecho
Los datos de la Oficina del Censo del 2004 muestran que el número de hogares con parejas de hecho se ha multiplicado por dos. Precisamente, más del 80% no tienen estudios universitarios.
El informe observaba que el reciente cambio en las diferencias matrimoniales, de acuerdo a los estudios, se debe sobre todo a un cambio de comportamientos en las mujeres blancas. El estudio ha encontrado que ha habido un cambio mucho menor en las pautas matrimoniales debido a diferencias educativas entre hombres y mujeres de color.
Durante el siglo XX, las mujeres blancas con formación universitarias tendían a no casarse si se las comparaban con las mujeres que no tenían dicha formación.
En 1950, sólo el 67% de las mujeres blancas con estudios universitarios y con edades entre los 55 y los 59 estaban casadas. En cuanto a sus contemporáneas con menos estudios, el 93 % se había casado.
Entre las mujeres blancas con menos de 40 años se ha desvanecido esta diferencia en el porcentaje de matrimonios. En el 2008, el 84% de las mujeres blancas con estudios universitarios y de entre 35 y 39 años estaban casadas, poniéndose a la par de las mujeres blancas de su misma edad y sin formación universitaria.
El informe observaba que las mujeres blancas siguen los pasos de las mujeres de color, quienes eliminaron estas diferencias en 1990.
En cuanto a la estabilidad matrimonial, el estudio del Pew Research Center informaba que los adultos con estudios universitarios tienden a divorciarse menos y no pasan por tantos matrimonios como los adultos con menos estudios.
Los informes tanto americanos como canadienses muestran un notable declive en las estructuras familiares tradicionales. Aunque algunos puedan alegrarse de esta mayor libertad para formar nuevas variedades de vida familiar, lo que está teniendo lugar es un enorme experimento sociológico cuyas consecuencias finales todavía están por verse.