BHUBANESHWAR, miércoles 15 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- En el estado oriental de Orissa, India, siguen dándose numerosos casos de conversiones forzadas de los católicos al hinduísmo, según denunció el arzobispo de Cuttack al entrevistarse este martes con Naveen Pattnaik, primer ministro de la región.
Monseñor Raphael Cheenath, arzobispo de Cuttack-Bhubaneshwar, subrayó que en más de diez aldeas del distrito de Kandhamal, escenarios de violencia contra los cristianos en 2008, estos son obligados a convertirse para poder conservar sus casas, según informaba este martes AsiaNews. En otras 27 aldeas, los prófugos a causa de la violencia anticristiana se ven obligados a vivir en alojamientos improvisados, subrayó el prelado.
“Estos hechos –afirmó monseñor Cheenath- violan la ley de libertad religiosa que el gobierno de Orissa prometió aplicar con vigor. El estado se define laico y no debería cerrar los ojos frente a esta violencia”.
El obispo de Cuttack subrayó que los prófugos tienen derecho a regresar a sus propias aldeas y el gobierno local debe garantizarles condiciones adecuadas de seguridad.
Durante el encuentro con el primer ministro, monseñor Cheenath denunció también los escasos resarcimientos obtenidos por las víctimas para reconstruir sus casas y la imposibilidad para muchos cristianos de recuperar su propia tierra.
Mientras el gobierno local ha destinado fondos para cuatro mil viviendas dañadas, según datos de la Iglesia y de ONG serían siete mil las casas a reconstruir.
El ministro Pattnaik prometió verificar el informe del arzobispo y se dijo dispuesto a revisar los datos sobre compensaciones y sobre el número de casas dañadas.
Entre diciembre de 2007 y agosto de 2008, en el distrito de Kandhamal, los extremistas hindúes asesinaron a 93 personas y quemaron y saquearon más de 6.500 casas, destruyeron más de 350 iglesias y 45 escuelas.
Debido a la persecución, más de 50.000 personas huyeron al bosque. En septiembre de 2009, el gobierno cerró los campos de prófugos para transmitir sensación de normalidad. Pero, una vez retornadas a sus aldeas, centenares de familias han sido obligadas a refugiarse de nuevo en el bosque debido al ostracismo con que han sido condenadas por la comunidad hindú. Hasta ahora, gran parte de los autores de estos crímenes están en libertad y quienes debían testificar en el tribunal de Kandhamal han sido obligados a callar con amenazas y discriminación.