hogar homosexual se dedica ahora a asistir a otras personas que atraviesan
por la misma situación y a pedir a los gobiernos del mundo que protejan el
matrimonio entre hombre y mujer.
Según informa ForumLibertas.org, Dawn Stefanowicz vive en Ontario, Canadá,
con su esposo de toda la vida y sus dos hijos, a los que ha educado en
casa. Actualmente prepara su autobiografía y desarrolla un ministerio
especial desde el sitio web (en inglés)http://www.
Brinda ayuda a otras personas que como ella crecieron a cargo de un padre
homosexual y fueron expuestas a este estilo de vida.
Stefanowicz explica en el sitio web "cómo en su infancia estuvo expuesta a
intercambios de parejas gays, playas nudistas y la falta de afirmación en
su feminidad, cómo le hirió el estilo de vida en el que creció, y ofrece
ayuda, consejo e información para otras personas que han crecido heridas
en un entorno de ‘familia’ gay, un estilo de ‘familia’ que ella no desea
para nadie y que cree que las leyes no deberían apoyar".
Su testimonio:
En su relato, Stefanowicz explica que debido a una enfermedad grave de su
madre debió quedar al cuidado de su padre homosexual cuando aún era una
niña. "Estuve expuesta a un alto riesgo de enfermedades de transmisión
sexual debido al abuso sexual, a los comportamientos de alto riesgo de mi
padre y a numerosas parejas", relata.
"Incluso cuando mi padre estaba en lo que parecían relaciones monógamas,
continuaba haciendo ‘cruising’ buscando sexo anónimo. Llegué a preocuparme
profundamente, a amar y entender con compasión a mi padre. Compartía
conmigo lo que lamentaba de la vida. Desgraciadamente, siendo niño unos
adultos abusaron sexual y físicamente de él. Debido a esto, vivió con
depresión, problemas de control, estallidos de rabia, tendencias suicidas
y compulsión sexual. Intentaba satisfacer su necesidad por el afecto de su
padre, por su afirmación y atención, con relaciones promiscuas y
transitorias. Las (ex) parejas de mi padre, con los que traté y llegué a
apreciar con sentimientos profundos, vieron sus vidas drásticamente
acortadas por el SIDA y el suicidio. Tristemente, mi padre murió de SIDA
en 1991", recuerda.
Según Stefanowicz las "experiencias personales, profesionales y sociales
con mi padre no me enseñaron el respeto por la moralidad, la autoridad, el
matrimonio o el amor paterno. Me sentía temerosamente acallada porque mi
padre no me permitía hablar de él, sus compañeros de casa, su estilo de
vida y sus encuentros en esa subcultura. Mientras viví en casa, tuve que
vivir según sus reglas".
"Sí, amaba a mi padre. Pero me sentía abandonada y despreciada porque mi
padre me dejaba a menudo para estar varios días con sus compañeros. Sus
parejas realmente no se interesaban por mí. Fui dañada por el maltrato
doméstico homosexual, las tentativas sexuales con menores y la pérdida de
parejas sexuales como si las personas fueran sólo cosas para usar. Busqué
consuelo, busqué el amor de mi padre en diversos novios a partir de los 12
años", sostiene.
Stefanowicz recuerda que "desde corta edad, se me expuso a charlas
sexualmente explícitas, estilos de vida hedonistas, subculturas GLBT y
lugares de vacaciones gay. El sexo me parecía gratuito cuando era niña. Se
me expuso a manifestaciones de sexualidad de todo tipo incluyendo sexo en
casas de baño, travestismo, sodomía, pornografía, nudismo gay,
lesbianismo, bisexualidad, voyeurismo y exhibicionismo. Se aludía al
sadomasoquismo y se mostraban algunos aspectos. Las drogas y el alcohol a
menudo contribuían a bajar las inhibiciones en las relaciones de mi
padre".
"Mi padre apreciaba el vestir unisex, los aspectos de género-neutro, y el
intercambio de ropas cuando yo tenía 8 años. Yo no veía el valor de las
diferencias biológicamente complementarias entre hombre y mujer. Ni
pensaba acerca del matrimonio. Hice votos de no tener nunca hijos, porque
no crecí en un ambiente de hogar seguro, sacrificial, centrado en los
niños", señala.
Las consecuencias:
"Más de dos décadas de exposición directa a estas experiencias estresantes
me causaron inseguridad, depresión, pensamientos suicidas, miedo,
ansiedad, baja autoestima, insomnio y confusión sexual. Mi conciencia y mi
inocencia fueron seriamente dañados. Fui testigo de que todos los otros
miembros de la familia también sufrían", sostiene Stefanowicz.
Ella asegura que sólo después de haber tomado las decisiones más
importantes de su vida, empezó a darse cuenta de cómo la había afectado
crecer en ese ambiente.
"Mi sanación implicó mirar de frente la realidad, aceptar las
consecuencias a largo plazo y ofrecer perdón. ¿Podéis imaginar ser
forzados a aceptar relaciones inestables y prácticas sexuales diversas
desde corta edad y cómo afectó a mi desarrollo?. Desgraciadamente, hasta
que mi padre, sus parejas sexuales y mi madre murieron, no pude hablar
públicamente de mis experiencias", explica.
"Al final, los niños serán las víctimas reales y los perdedores del
matrimonio legal del mismo sexo. ¿Qué esperanza puedo ofrecer a niños
inocentes sin voz? Gobiernos y jueces deben defender el matrimonio entre
hombre y mujer y excluir todos los otros, por el bien de nuestros niños",
concluye.