No se puede negar. Como hace 2.000 años, hoy, cuando casi se ha cumplido la primera década del siglo XXI, el Vaticano sigue siendo un lugar dominado por los hombres. Sin embargo, y pese a que la Iglesia continúa inamovible en su negativa a la ordenación de mujeres, estas ganan cada vez más terreno en las labores vaticanas. En números e importancia. Lo cuenta Irene Savio en El Periódico.
Lo dicen, muy claramente, los datos. Según el último censo disponible (2008), en el Vaticano trabajan 4.626 empleados en las más diversas mansiones, de los cuales 831 son mujeres, casi el 18%. En el 2000, solo había 593 trabajadoras, una cifra igualmente estratosférica comparada con las pocas decenas que trabajaban en el Vaticano hace 30 años.
Lo más alto que ha llegado una mujer en el exigente (y masculino) escalafón vaticano es a subsecretaria (cargo que equivale a un número tres en una congregación o consejo pontificio). Hay dos casos: sor Enrica Rossana, de 71 años, y Flaminia Giovanelli, de 62 años. Esta última, experta en Economía, logró un doble éxito: siendo mujer y sin ser religiosa, es desde enero subsecretaria del Consejo Pontificio de Justicia y Paz.
TAREAS DOMÉSTICAS
«Porque, eso sí, religiosas siempre hubo en el Vaticano. En su mayoría, les encargaban tareas humildes, domésticas, como la portería, la cocina o hacerse cargo de la limpieza», explica Lina Petri, empleada de la oficina de comunicación del Vaticano desde hace 25 años.
Solo poco a poco también las laicas fueron ingresando en la cuna del poder eclesial y ahora están escalando posiciones. «El aumento de la presencia y el peso de las mujeres obedece a una estrategia: el papa Benedicto XVI quiere ver a más mujeres en el Vaticano», explica a este diario Giovanni Maria Vian, director de L'Osservatore Romano.
De ahí que en la redacción de Vian por primera vez en los 150 años de historia del periódico del Papa ha aparecido una mujer: Silvia Guidi. Y que desde hace cuatro años al frente de la Filmoteca Vaticana esté Claudia di Giovanni. Por no citar a Barbara Frale, que trabaja en el enigmático Archivo Secreto del Vaticano.
O Barbara Jatta, responsable de los Grabados en la Biblioteca Apostólica Vaticano. O Micol Forti, responsable de la sección de arte contemporáneo de los Museos Vaticanos. Así como Eurosia Bertolassi, mano derecha del secretario de Estado, Tarcisio Bertone, o sea, una de esas eminencias grises de las cuales mucho se habla y poco se sabe.
CAMBIO DE TENDENCIA
«La inversión de la tendencia se remonta al Concilio Vaticano II de 1965, cuando la Santa Sede se abrió a la presencia de las mujeres dentro del Vaticano. Pero se ha avanzado mucho con Benedicto XVI y antes, durante los últimos años de pontificado de Juan Pablo II (autor de Mulieris Dignitatem, el único documento sobre las mujeres en más de 2.000 años de historia eclesial)», explica el vaticanista Ignazio Ingrao.
De todas formas la situación dista mucho de ser igualitaria. La mayoría de las mujeres empleadas en el Vaticano se encuentran entre los niveles 5 y 7 en un sistema funcionarial de 10 niveles, a lo que se suma que los cargos más altos dentro del Vaticano están excluidos de este sistema.
De hecho, hoy en día no hay ninguna mujer que trabaje como ministra o viceministra o que esté a cargo, por ejemplo, de una de las 9 congregaciones, de los 3 tribunales o de los 11 consejos pontificios.
Una influyente excepción es la estadounidense Mary Ann Glendon, profesora de Derecho en Harvard y actual presidente de la Academia Pontificia para las Ciencias Sociales, una institución autónoma de la Santa Sede, que promociona la doctrina social vaticana.
Lo explica Ingrao: «La cuestión es que, a nivel jurídico, el acceso a algunos cargos solo se permite a los que están ordenados». Y en eso nada ha cambiado Benedicto XVI: las mujeres siguen sin poder ser ordenadas sacerdotisas.
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