Sin entrar en valoraciones concretas sobre la arquitectura de Gaudí, cuyo mérito está a la vista con un reconocimiento que es universal, en estas vísperas de la visita del papa Benedicto XVI a la Sagrada Familia, deseo poner de manifiesto la coherencia de vida del autor del gran templo expiatorio de Barcelona.
Hombre de carácter, Antoni Gaudí construía a la vez que su gran obra, su propia biografía. A la vez que levantaba columnas y arcos, levantaba su espíritu en nuevas conquistas de una vida cristiana cada día más profunda y ejemplar.
Nos dejó muchas pruebas de esa ejemplaridad que ha llevado felizmente a la Iglesia a abrir y llevar adelante su proceso de beatificación. Entre ellas su humildad dentro de su grandeza, que le hacía despreciar los honores y arrodillarse cada día ante el sagrario del Oratorio de Sant Felip Neri, o asistir cirio en mano, como un feligrés más, a la procesión del Corpus por las calles de la ciudad. Rechazaba la adulación diciendo que los dones los reparte Dios y que posiblemente “cuando uno ha hecho una cosa importante se debe a un alma ignorada que reza por los éxitos de otro”.
Su amor por la perfección en el trabajo era una característica de su persona, una perfección no reñida con el valor de innovar. Imitaba de la naturaleza formas increíbles y se dejaba llevar por la imaginación sin ningún temor. A alguien que objetó: “Las vidrieras que proyecta para la Sagrada Familia, con los santos uno encima de otros, parecerán los Xiquets de Valls”, contestó: “Si así fuese, no sería un defecto. Para llegar a término nos hemos de valer los unos de los otros…”.
Recordaba sus orígenes. Creía, por ejemplo, que las catedrales deben ser hijas de una larga época, compuesta de varias generaciones, cada una de las cuales les imprimirá su sello, y como ejemplo ponía “la mejor de nuestras catedrales, la de Tarragona, que impone y encanta precisamente por su magnífica variedad”.
Esta relación con Riudoms, Reus, el Camp de Tarragona, hace que le veamos más “nuestro” que nadie y que nos alegre contemplar como su obra profesional es cada vez más apreciada, como la de uno de los grandes arquitectos de todos los tiempos. Y al mismo tiempo nos alegra que de nuestras comarcas haya surgido una personalidad tan singular que es ejemplo de laico cristiano. Esperemos que un día podamos ver a Gaudí en los altares, él que hizo tantos. En privado ya hay mucha gente que acude a su intercesión, intuyendo que tiene que estar muy cerca de Dios quien dedicó su vida a construirle una casa que es admiración de todos.
† Jaume Pujol Balcells
Arzobispo metropolitano de Tarragona y Primado
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