Artículo semanal en Diario de León para el sábado 23 de octubre de 2010 del profesor y teólogo y expetrro en Bioética José Román Flecha Andrés
El premio Nobel de Medicina de este año 2010 ha sido concedido al doctor inglés Robert Edwards, especialista en genética animal. Junto con el ginecólogo Patrick Steptoe, se decidió a experimentar en seres humanos la fecundación “in vitro” seguida de la transferencia embrional.
Mediante aquel método, el 25 de julio de 1978 John Brown y su esposa Lesley acogían el nacimiento de su hija Louise Brown. Desde entonces son millares los bebés nacidos por medio de esta técnica.
Muerto su compañero Steptoe ya en 1988, el Nobel le llega a Robert Edwards cuando cuenta con 85 años. Algunos han interpretado la decisión del Instituto Karolinska de Estocolmo no como una ayuda al investigador, sino como un mensaje ideológico dirigido a la opinión pública.
Conocida la noticia, el New York Times se asombra de que se premie una investigación de hace más de 30 años y Le Figaro critica el olvido de otros notables científicos. El diario La Repubblica ataca a la Iglesia católica y el Corriere della Sera da en primera página un título provocador: “El Vaticano acusa al Nobel”. Quien desee buscar la razón de este aserto solo hallará las declaraciones del español Ignacio Carrasco de Paula, presidente de la Pontificia Academia para la Vida sobre los efectos colaterales del proceso: “Sin Edwards no existiría el mercado de ovocitos ni habría congeladores llenos de embriones en espera de ser transferidos al útero o, más probablemente de ser usados para la investigación o de morir abandonados y olvidados por todos”.
Podría haber añadido los experimentos posteriores, las maternidades monoparentales y los conflictos legales originados por esta técnica. Como se ve, no se trata de acusar a una persona, sino de recordar las ambigüedades de su método.
De hecho, Monseñor Carrasco de Paula, doctor en medicina y cirugía, recuerda algunas secuelas no deseables y señala un interesante camino alternativo: “Edwards inauguró una casa, pero abrió la puerta equivocada desde el momento que apostó por la fecundación in vitro y consintió implícitamente el recurso a donaciones y a compraventas que implican a seres humanos. De esta forma no ha modificado en lo más mínimo ni el cuadro patológico ni el epidemiológico de la infertilidad. La solución a estos graves problemas vendrá por otro camino menos costoso y ya en avanzado estado de construcción”.
Como se sabe, la técnica siempre es algo más que técnica. Sea la técnica genética, la técnica armamentista o la técnica de la construcción. Por muy neutros que parezcan, los pasos dados por la técnica siempre han de ser cuidadosamente analizados. Se dice que la guerra es un asunto demasiado grave para dejarlo solamente en manos de los militares. De modo semejantes, se puede afirmar que la técnica es demasiado importante como para dejarla solamente en manos de los técnicos. Siempre hay que preguntarse si respeta la dignidad del ser humano, por incipiente y diminuto que sea.
José-Román Flecha Andrés
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