DISCERNERE

Uno sguardo profetico sugli eventi

Le uova di pasqua, storia e significato

La costumbre de regalar huevos en tiempo de Pascua se remonta a los egipcios, aunque fueron los primeros cristianos quienes le impregnaron un carácter religioso al considerarlos un símbolo de la resurrección de Jesucristo.

Una tradición que se une a otras antiquísimas, como servir cordero en la mesa pascual o comer roscas, y hasta emparentada con la leyenda pagana de un conejo que quedó atrapado por tres días en el santo sepulcro y salió llevando un huevo pintado como mensaje de vida y alegría.

Sin embargo, el huevo fue siempre sinónimo de fertilidad, esperanza y renacimiento para los pueblos.

El primer antecedente aparece en la mitología egipcia, que narra que el Ave Fénix se quemó en su nido y renació más tarde a partir del huevo que la había creado en un principio.

Por esto, en ocasiones, los egipcios acostumbraban regalar huevos decorados por ellos mismos, con pinturas extraídas de las plantas.

Los griegos y romanos también pintaban huevos y los comían en las fiestas de primavera, mientras los hindúes sostenían que el mundo había nacido de un huevo.

Pero fueron los primeros cristianos quienes fijaron una época del año, la Cuaresma, como período de abstinencias para purificar sus almas. Uno de esos sacrificios era no comer huevos ni tampoco productos lácteos.

Más tarde, en la Edad Media, el papa Julio III institucionalizó la prohibición de consumir huevos durante los cuarenta días previos a la fiesta pascual.

En esa cuarentena, los huevos -de gallina o de pato- eran celosamente guardados y como no existían las heladeras para preservarlos, lo habitual era bañarlos en cera líquida para mantenerlos frescos. Mucho tiempo después sobrevino la costumbre de colorearlos.

Recién el domingo de Pascua, los cristianos se reunían en la iglesia de la ciudad para que el sacerdote los bendijera en la primera función litúrgica, tras la cual salían por las calles con canastas para regalárselos a los niños como expresión de júbilo ante la resurrección de Cristo.

Según consta en un decreto firmado el 18 de marzo de 1666, fue el papa Alejandro VII quien levantó la veda de comerlos en cuaresma, al poner en duda que exista tal prohibición.

"No es evidente que obligue la costumbre a no comer huevos y lacticíneos en cuaresma", aseguró en el escrito. A partir de entonces, la Iglesia recomienda sólo la abstinencia de carne durante los viernes del tiempo cuaresmal.

Sin embargo, la mística del huevo trasciende lo religioso y está cargada de leyendas, como la que cuenta que el día del nacimiento de Alejandro Severo, sucesor de Heliogábalo en la antigua Roma, una gallina puso un huevo de color rojo. La madre consideró eso como un vaticinio de que su hijo vestiría la púrpura cardenalicia. Desde entonces los huevos teñidos fueron prenda de buena fortuna.

Para la historia también hay huevos famosos, como el recubierto totalmente en oro que Luis XV obsequió a Madame Du Barry, que llevó a caballero de la corte a clamar: "íSi lo comes pasado por agua, yo guardaré la cáscara!".

Más allá de leyendas y tradiciones, la imagen del huevo se fue asociando a la Semana Santa y, a partir del siglo XIX, en Alemania empezaron a fabricarse de chocolate y azúcar con obsequios dentro.

La costumbre de regalarlos para este tiempo litúrgico se extendió luego a Europa, Estados Unidos y demás países.

Esa añeja tradición no se perdió en la actualidad, aunque con especies en chocolate cuyos precios se hacen cada vez más onerosos para los bolsillos de los parroquianos. Todo sea para cumplir con el dicho catalán que reza: "Pascua sin huevos, es como Navidad sin turrones". (RD/Agencias)