DISCERNERE

Uno sguardo profetico sugli eventi

De Chesterton a Benedicto XVI pasando por John Newman


Alvaro Cortina

En Inglaterra, los católicos pueden ocupar un escaño parlamentariodesde 1829, pero aún hoy no pueden subirse legalmente al trono real. Tampoco sus maridos o mujeres, aunque fueran anglicanos. Es el 'papismo', expresión típicamente suya. Entre los intelectuales católicos ingleses, hay una suerte de arropamiento. Unos papistas llevan a otros. Y todos llevan a John Henry Newman, ahora beato. Pionero. Algunos caminos sí que llevan a Roma, y pasando por este cardenal. La Congregación para las Causas de los Santos lleva trabajando un tiempo en su obra. Al parecer, ha sido decisivo el milagro de la curación de un diácono bostoniano impedido físicamente que le rezó después de ver un documental sobre su vida. Inspiradora, la vida, y acaso también el documental.

Aunque al final de su existencia, en 1877, el Trinity College de Oxford lo nombró su primer miembro honorario, y al de dos años el recién elegido Leon XIII le nombro cardenal, en vida John Newman no tuvo más que problemas. Con las jerarquías oxonianas, anglicanas, y con las papistas de Inglaterra, de Irlanda y de Roma. Siendo miembro de la Iglesia de Inglaterra, en 1833, fundó el Movimiento de Oxford, cuyo primer objetivo era defender la independencia de la Iglesia respecto al Estado, basándola en el origen apostólico de la autoridad eclesiástica. Y se fue acercando al Vaticano. Y mientras tanto hizo crecer la urticaria en los miembros de la junta directiva de los colegios oxonianos con ciertos artículos. Polemismo anglo católico.

Benson y Knox, curas literatos

En 1845 tenía 44 años. Al menos, hay dos sacerdotes literatos, posteriores (seguidores) de carrera semejante, a principios del siglo XX. Dieron este paso más jóvenes. Uno de ellos es Hugh Benson, autor de�El señor del Mundo�, (que según De Prada, "merecería figurar entre las más clarividentes utopías siniestras que jamás se hayan escrito, al lado de '1984' o 'Un mundo feliz'"). Por la novela campa el Anticristo. Y por otro lado, Ronald Knox, de Oxford, como Newman, biografiado porEvelyn Waugh en 'Embajador en el infierno', desheredado por su aventura religiosa. Knox escribió novelas policíacas con el detective Miles Bredon y nunca sufrió precariedades. Tuvo éxito. Ofició, por cierto, la misa fúnebre de Chesterton, su amigo, el rey de los anglos católicos, en la Abadía de Westminster (¡anglicana!). Uno nos lleva a otro. Pero siempre hay escalas en la inspiración común de Newman, en sus sermones y ensayos.

Por otro lado, su obra más famosa quizá sea una novela. Su título primero siendo católico. Sobre un joven, Charles Reding, que busca reposo espiritual sobre las calzadas medievales y húmedas de Oxford. La novela, autobiográfica, se llama 'Perder y ganar'. Su otra novela clave, posterior, es 'Calixta'. Estas obras, como las de autores antedichos, se pueden encontrar en editoriales católicas como Encuentro, Rialp, HomoLegens, o Palabra, o El Buey Mudo. Historiadores como Christopher Dawson ('Los orígenes de Europa') e Hilarie Belloc ('Las cruzadas') reivindican el papel clave de la Iglesia en la fundación de Occidente.

Las torres oscuras sobre San Felipe Neri

Benedicto XVI visitó el pasado día 19 el oratorio de San Felipe Neri, en Birmingham. El Papa Pío IX dio a Newman autoridad para establecer oratorios en Inglaterra y para ello le permitió adaptar la regla de San Felipe. El oratorio fue el marco en que se desarrolló el resto de la larga vida de Newman. De allí era el sacerdote que crió a J. R. Tolkien cuando su madre, conversa, murió, apartada de su familia política por su religión. El joven Tolkien veía alzarse las torres de Perrott's Folly y Edgbaston Waterworksa sobre el Oratorio de Newman. De ahí saldrían la de Sauron y la de Saruman.

Fundó Newman otro oratorio en Londres, pero aquel se volvió en contra del futuro cardenal y beato por considerarlo (los fieles de la capital) un católico demasiado moderado. Tuvo, como se ha dicho muchos detractores. En respuesta al escándalo por la instauración de la jerarquía territorial católica, en 1850, escribió 'Conferencias sobre la situación actual de los católicos en Inglaterra', y le valió una multa de 100 libras por difamación a un aludido. Esta obra es famosa, pero quizá habría que destacar 'Apologia pro vita sua', sus confesiones editadas poco a poco en semanarios, en respuesta a unos ataques públicos, en 1864. Ya estaba curado de espanto. Hasta hay quien quiso por procesarlo por herejía desde el Vaticano, en el 59, a cuenta de un artículo a favor de la consulta a laicos en materia doctrinal. Hay quien opina que Newman es uno de los principales inspiradores del Concilio del Vaticano II.

Concesiones católicas en Westminster

Se podría haber citado a otros anglos católicos eminentes, como Edith Sitwell, poeta y autora de 'Ingleses excéntricos', o Muriel Spark, o el gran Graham Greene, o el poeta Gerald Manley Hopkins, jesuita. Por cierto que hay una losa que recuerda a este último en la Abadía de Westminster. Lo mismo que a Oscar Wilde, católico también. Pero irlandés, que no es igual. ¿Y qué dicen de Chesterton con su homilía de réquiem en Westminster? Este templo de las dinastías inglesas conserva la compostura con excepciones de nivel. No hay sitio para católicos en el trono, pero sí, no obstante, en su gran catedral.

Piénsenlo, Chesterton es, quizá, el padre del papismo del siglo XX. Pero John Henry Newman, tan aficionado a la patrística, sería algo así como el padre de todos ellos. Polémicos apologetas, reconfortantes (por su brava polémica y su ingenio 'british') para el común de los fieles católicos. Siempre está bien tener a Evelyn Waugh en el bando de uno, sobre todo cuando rondan científicos tipo Richard Dawkins (hecho a la medida de Bertrand Russell) 'agnostizando' al personal. Estos católicos, casi hasta mártires, pero sin muerte. O sin casi. Para Tolkien, su madre fue una auténtica mártir, muerta de diabetes en Birmingham, en la pobreza, apartada de los suyos por su papismo. Si quieren seguir buscando, pueden leer 'Conversos', de Joseph Pearce, o 'Siete escritores conversos', de Carlos Pujol.


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